La obra de Melanie es la manifestación de su simbología introspectiva.

Recurre a su mente de manera automática para recolectar todo aquello que se ha fraguado en su interior a través de la experiencia.
En su trabajo artístico el sincretismo es una parte fundamental. Trata de armonizar corrientes de pensamiento opuestas siempre dentro de una simbología concreta, hermanada con vertientes esotéricas y religiosas.

Sus pinturas hablan de su concepción del ser y de su reflexión continua del mismo. Pintar y componer es su manera de asumir el sufrimiento, desmembrarlo hasta entender por qué sangra. Nunca transfiere, en su obra, la realidad tal y como la ve, o tal y como dicen que es, la expresa tal y como la piensa.

Su obra no se rige por un código riguroso de objetividad artística y academicista, más bien con la subjetividad con la que concibe las proporciones, perspectivas y colores, ya que la técnica es un medio y no un objetivo en sí mismo.
La creación artística crece de forma anárquica más allá de los parámetros y límites conocidos, y por este motivo usa este medio de expresión como forma de vida.